Dualidad 101 217
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Silvio M. Rodríguez C.
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Silvio M. Rodríguez C.

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MensajeTema: Quilombeaos   Quilombeaos EmptyMiér Mar 28, 2012 3:28 am

IV. Quilombeaos


1- El color

¿Quieres ver el color de un corazón?

Primero es matar el deseo,
- y todo es gris -
seguir viviendo entre sombras
lamiéndote las horas del día,
para morir en las noches despacio
con la cara enterrada en lo conocido.*

Después es repetirlo todo
una y otra vez, endecasílabamente
sin querer, queriéndolo, enjuiciado
con la sencillez prístina de la incomprensión.

Y creer, todo el tiempo
que podría, que podrías
que alguien podría,
sacar del alma ese agujero de asco
que se refleja en los ojos.

No hay golpes que basten,
- nadie sabe bien golpear –
al que le pagan por ello es bipolar
y hoy entró en terapia.

Vale más que no llegue el día
en el que repitas lo que dicen
“era tan bueno, como lo echado a perder”.

2- El enviado

Crees como yo
que no cruzarías el límite,
sabiendo más que mi intuición
que nunca existieron
ni el ring, ni la calle sola
ni el beso, aquel
en el que cupo el parto de un mundo.

Enathin, el enviado
que late amurallado al ras
de tu grito cadencioso,
me porta la piel fulgente
esperando sin tregua
en la suma de las grietas,
y ríe tu golpe caricia
que me ocultas en la nuca.

Algo de ti me llena y ahoga,
y mi única defensa
es herirte donde no llego.



3- Más allá de los olmos

Busco nuevas victorias más allá de los olmos,
desechando arrecifes y todos sus naufragios
vuelvo a la Tradición con pasos carcomidos
por cuatro labios solos rezando un hambre eterna.

Y encuentro, bestia sorda, el sonido solemne
del futuro en las manos ahorcando lamentos,
como si todo siempre haya sido cuestión
de una fe inquebrantable en lo poco que di.

Me divierto pueril eructando colores
que mojan tanto enero y tanta tarde suave,
hasta perderme fácil en mi conciencia roja

que por poco me olvido que hay gente que me mira
- todavía sin ver/se al medio del vacío -
esperando les diga lo que llevo en el alma.


4- El beatito

Me cansé de los maricas
que ocultos detrás del metro
sólo cantan la modorra
de algún nefasto lamento,
y de las vírgenes putas
que me escupen sus sonetos
cuando cansado de cifras
necesito arriar lo erecto.

Yo me recago en la música,
si hoy ya nadie entiende a nadie
¿a qué sumar tanta sílaba?
Boludo el que ve detalles,
cuando debiera mirar
a dónde lleva este viaje
que comienza en un orgasmo
y acaba sin explicarse.

Un quilombo, la verdad
el "qué dirán los vecinos"
cuando felices comprueben
que he perdido dos tornillos,
- los que llevan en el culo
y que ya no necesito -
pues tenían la esperanza
de que yo sea un beatito.

¿Quién es, a estas horas?
entonces la babosa babeante
los datos por tevé sin procesar,
con el control remoto incontrolable
mimetizando al bobo con su fe,

ahí los platos sucios en empate
con la gran porquería de la vida,
que sale por la boca en un desguace
tras mirar un espejo sin saberlo.

- Y yo buscando conchas que se amarren
a la locura simple de mi pija
que no es más que un exceso de oleajes
cansado de no ser lo contenido. -

¿Y lo preguntas tú, fijando el hades
en la punta silente de tus senos,
como si repitieras a tu madre
cuando sola imitó a quien le parió?

Mejor me voy a mí, lento y no suave
que al final de la calle seré miel.


6- Hostil belleza

La gente y sus circunstancias fueron un mundo extraño, hostil, cargado de una seriedad que lastimó primigeniamente mi torpe sensibilidad. Y respondí como me enseñó mi padre, a patadas. La violencia fue una manera de rechazar lo que yo veía incorrecto y, al tiempo, imponer mi predicado. El primero en ligar fue un cura, el director de la escuela - una suerte de doglio a la rodilla -, y la segunda, la maestra Kity - un directo a la mandíbula -; yo tenía cuatro años y mis compañeros seis. Yo tenía que vivir entonces por adelantado, y eso siempre duele mucho.

Le agarré cariño a la presión, supongo, y al banquito aparte, en donde me movía mejor, porque no tenía que compartir ni lo que no tenía, ni lo que no quería, porque los castigados se libran de interactuar y se limitan a soportar, desarrollando sin ser concientes de ello aguante y nombre. Hasta que sonaba el timbre, y en el juego del polibandi, en el que yo siempre era bandido, volvía a conectar con los demás, pero desde arriba, porque siendo el más bajito y el menor, era el más rápido y el más ágil, y de eso se trataba todo.

Lavando autos pude entenderme con la gente. Limpias una cosa, te dan dinero, esa forma de interactuar yo la podía entender. Roles de utilidad, piezas y esquemas, numeritos, ahí la cosa era sencilla, estúpidamente sencilla. La gente es, básicamente, estúpida, y de la estupidez a la maldad hay un trecho cortito. Pero el punto estaba claro, lavar autos o, trabajar, era una manera de “estar” en el lo hostil sin ser hostilizado, y hacerlo bien, era una manera de jugar en donde el contrincante era imaginario, o sea, uno mismo, en donde para ganar, había que ganarse, y cobrar por ello.

Cuando uno compite contra uno mismo termina relajándose al leer en el Tao “no pierde quien no compite”; cuando el enemigo es el cronómetro el de al lado no existe, y todo esto no es más que naturaleza, y algo de matemática. La milla extra se lleva por dentro, el cuerpo te la pide, igual que la trasgresión, igual que los detalles, y ahí tenés la invención del tenedor, y lo de la selección natural, y que el tomar sea sinónimo de coger ¿Qué cosa podemos tomar?. Esa “Calle Tarija”: se coge lo que se puede, o lo que se quiere.

Es imposible salir ileso de uno mismo, aún tratando continuamente de ignorarse, o repitiéndose en ajenidades, el quilombo te aprieta la nada cierta contra lo posible del todo, y sólo te tenés a vos, sin nadie que verifique en vida un equilibrio que sirva para nada. Es seguir, mitad absurdo, mitad sentido, por esa condición de fidelidad que exige la belleza a sus apóstoles, y que no es otra cosa que Respuesta. Porque uno es copa, y también copero, y el vino es eso que está ahí en frente, detrás de la regla, tras vivirla desde todas sus victorias y derrotas.


7- k

"Yo te haré tigre en mi vientre"
dijo tranquila, mirando
hacia donde el sentimiento
se convierte en sobresalto,
y sin reposar sus ojos
bebió de mí con sus manos
hasta ahogar los desiertos
que nos tuvo como manto.

Para quedarse marchóse,
mitad cicatriz sabida
mitad nombre sin final,
como noche de sonrisa
que se dice cuando llueve
en lo dentro de la ermita,
y no hay palabra que salve
de la soledad que engrilla.

Le llevo yo, yo le llevo
cargando un menisco roto,
como portando un destino
que me calza por tan loco
en el arte de la entrega,
y por tan vil al ser otro
al que nunca bastará
ni mil vidas a sus modos.


8- Y?

Arrodíllate ante el placer
perra simple,
o ponle, con los pezones puros
al asco de lo por llegar *
un toque de inocencia.

En cuanto a vos, portador de “ideas”
un “flash” de violencia que sea en español
y no tanto complejo de patio
que te viene de atrás, - que en el culo no se nota
pero sí en tu versito sin talento - .

A la hora de escupir que sea sin calendario,
como un pelo en la sopa,
y una Mayúscula en el medio,
y que no parezca que nadie lo vio venir
un recio palo en el culo
para que lo expliquen,
sobre todo eso
para que lo expliquen.

Y entonces:

Las ventanas son costillares de cerdo
y morirías por alguien
- pero no vivirías al modo de nadie –

Danzas tu propia canción
y aunque suene el “círculo”
la verdad es una espiral
y la espiral no canta, sólo excreta, eternamente,
mientras tú cantas, con…?


Todo es tan imbécil
Tan
Que hay que ser joven
O…



9- Predicado

Pídanme predicados que refieran
la bondad delicada de los osos,
y complementos recios como amorfos
con los que puedan ser los que manejan

el último sentido de mis fieras;
los árbitros más lúcidos, los ojos
que ven el más allá de estos mis pozos
que ya "saben" me pueden y gobiernan.

Mas por humanidad, dulces idiotas
no me pidan Amor ni por el Cristo
que llevan revolcando por sus bocas

señales de locura sabor mora.
Pídanme lo normal, no soy tan niño
y entre sombras me muevo como boa.



10- Quilombeaos

¿Así que te esperabas un esqueleto simple
que se puede calmar como se calma un niño
que pierde lo querido o que se rompe un dedo
cuando su poquedad no puede con su piel?

¿Pretendías, vos, ser el regazo profundo
esa gran contención de la que admiraría
su felpa maternal y un pezón de hechicera
capaz de devolverme a lo que nunca fui?

¿O soñaste, danzando con tus lunas soñaste
que este trozo de carne tenía un ritmo limpio
que podía lamerse sangrando estupideces
cuidando los modales y sonando los mocos?

Yo me voy protegiendo, de mí mismo me cuido
y me da algo de lástima quien se guarda del otro,
- todavía no sabe la mierda que le espera
cuando sin la metáfora su nombre le perfore

y le encuentre en un chat, en un coito firmado
lo que vengo diciendo como si se tratase
de cosas muy lejanas que a nadie jamás llega:
esa estolidez simple: "banderita sangrona".

Quilombeaos
hijos de tres mil putas, amen, compadezcanse
llenen aquella lista que nunca se completa
o llamen la atención y desprecien sonriendo.


Cierre o epílogo

Esperé con ellos
la daga en las nubes,
el escupo sobre el pelo perfumado,
el portazo al pasado sucio de vida,
y la palabra atroz
atorando la garganta del no nacido.

Los mantuve a mi costado
en reciedad inverosímil,
sangrando un cansancio estéril
que creí huerto puro,
como si no fuese cierto
que de sí se nutre cada estanque.

Y le hablé
a ese vos que se va,
las cosas que se hablan
cuando uno ya no se quiere,
y sin embargo se dicen
al borde del cariño,
con la frente sellada a las rodillas
masticando esperanza.

Cierro
presiento que ya nadie va a llegar,
a este no mirarme en los espejos
con los días por delante,
ni a esta sencillez de un día por vez
con tanto párpado desolado.
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