Dualidad 101 217
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 Aire - Tercer decanato

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Silvio M. Rodríguez C.
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Silvio M. Rodríguez C.

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MensajeTema: Aire - Tercer decanato   Aire - Tercer decanato EmptyJue Abr 05, 2012 10:36 am

Aire – Tercer decanato


A21 – El suelo de la montaña

En este suelo que pisas solo
justo en el medio de algún presente
es que te lanzas a lo futuro
con la memoria resquebrajándote.

Ves lo creado y lo logrado
lo generado y lo obtenido,
y vas sintiendo como la mente
se sabe fiel en sus certezas.

Lo ido es ancla a recoger,
todo pasado lección vivida
que hoy se te muestra como una duda
desvergonzada y poderosa
que te pregunta mordaz y cruel:

¿Quién te oirá cuando estés silente,
cuando cerrados los ojos sigas
pensando adentro; cuando camines
por tanta tarde oliendo a noche?

Y en un conjuro va respondiendo:
Nadie. Ya nadie a quién asirse
en lo que resta de tu pasar,
ahora todo es sed marcando
tu día fértil de soledad.

Duda que deja su marca de aire,
que te define entre las sombras,
signo y señal de sufrimiento
que te convierte en decir llano,
como montaña que habla a la luna
porque no alcanza a derribarla.

Hoy es tu inicio, limpio de nombres
por ver si logras decir el tuyo.

A22 – Cosecha

Como un juego que rechazaste jugar
porque alguien perdería;
como un objeto cuyo valor y precio
no querrías pagarlo,
dejas que huya lo simple.

Te quedas con el beso y la tarde entera
con el sinuoso escándalo
de una ansiedad que tiene apellido y cifra,
que se hace desafío
y anuda el corazón.

Por que sí, por la muerte que marca alientos
por esa hora que sabe
se la vive en profunda e indecible espera
arreglando detalles
del prado y sus gusanos.

Y por esa llama que aviva a quien busca
en el mismo imposible
ser el mismo en la siembra y en la cosecha,
te haces borrasca y ola
que no conocen playa.

A23 - No es así

Los demás no existían, no pesaban
sólo tu voluntad giraba cierta
sobre el eje indomable de tus fueros,
volviendo a todos formas tenues, blandas
a las que proyectabas el averno.

Y ahora que te ves como alguien más
no podés desandar lo transitado,
y te cuesta aceptar eso que acepta
la chica menos guapa y más despierta,
darse hasta conseguir una aptitud.

Así es que te volvés escuela agria
te duela más, te sirva de consuelo,
porque les señalás a los pendejos
en que termina siempre la soberbia.

Ya que estás con nosotros, en ahora,
sentí cuan poco queda: este resto
de sabor a mundano, que consiste
en no saber jamás cómo termina
la trama de las horas de los días.

Vení con los mediocres, y acordate
se está bien porque otros están peor
se está mal porque otros están mejor;
porque la prescindencia, mi amorcito
se convirtió en nefasta dependencia.

A24- Hoja de acero

Es una hoja de acero
sin mango conocido
que se lleva en el pecho
dejándola danzar.

No es remanso de nadie
y no brinda tensión,
sin dar ningún conflicto
hace suya la calle
donde se nos impone
con risa de canción.

Es la que acepta todo,
señora solitaria de un silencio brutal
por el que navegando suelen ir barro y oro,
las ofrendas que damos los tristes carenciados.

Arena blanca al sol
no goza de milagros
ni presencia tragedias,
nos vive desde cerca
como cosas sencillas de color azulado,
para olvidarnos siempre al final de la noche
con un rostro de ausente
y el corazón de mármol.

A25- Cuando vuelva y venga

Cuando vuelva el verano cargado de tormentas
a ganar mi terraza para decirme breve
el mensaje cifrado de un sol que se desbanda,
recordaré el anterior y pensaré el que sigue
repasando los nombres y todas sus ausencias,
y seré uno a la sombra del canto de cigarras
fulgiendo los instantes de un mordaz equilibrio.

Sumaré y restaré hasta llegar al fiel
donde no hay resultado que no sea el vacío,
donde lo que no está lleno hasta su final
busca su complemento de huesos y de sangre,
en estado alterado de conciencia ladina.

Mas es invierno aun y todo está cerrado;
las promesas estiran y lo aprendido empuja
hacia ese punto tenue donde el sentido duele
su íntimo claroscuro de risa rota en dos,
mientras todos mis músculos tienden hacia Antioquía
y mi pelo a Ispahán, el frío me sucede
cruzando el aire solo con mis ojos heridos,
en este caminar por las estaciones
que me voy palpitando con la locura a cuestas.

A26- La primera

Uno se dispara a solas
entregándose a la idea
que le nace desde el fondo
del vientre y el pensamiento,
a una edad donde los miedos
son breves y no cercenan
la voluntad de saltar
que se alienta en los adentros.
Lo que se tiene remarca
todo aquello que se espera,
y lo que así se pretende
determina las acciones,
presionando desde el alma
como brutal torniquete
hasta lograr las banderas
de tierras nunca soñadas.

Y uno queda mudo y firme
cuando escucha vibrar nombres
conteniendo los llamados
que había estado entreviendo,
y acude trastrabillando
intuyendo que después
ya siempre habrá de volver
como vuelven los amantes
al calor que los contiene.

No hacen falta explicaciones
no ocurren gestos fatales,
simplemente se concibe
el detalle de las cosas,
la canción que palpita el corazón del tigre
la extraña luz del hijo refiriendo a su padre
y el beso de los ángeles aliviando toda angustia.

Nada se iguala nunca
a la primera orden.

A27- Tus sabotajes

No quieres que lo logre
en el fondo no quieres,
porque sería como confirmar lo posible
de un viejo tapizado latiendo en nuevos tintes,
tarea que requiere mirarse desde lejos
y encontrarse tallado para cada naufragio,
sin la debilidad de la querencia diurna
que vuelve al buscador ego domesticado
y a quien no le acompañe un lastre prescindible.

No quieres que lo intente,
tus propios sabotajes impiden que me alientes
a buscarme en el límite del verbo más oscuro,
a ver si logro dar con la clave sangrienta
que hace de mi mirar un modo de partir,
y de estos mis silencios una forma de ser
uno más entre todos, sin daños aparentes.

Obsequias una idea que carece de cuerpo,
y me regalas humo en tarjetas postales,
por querer retenerme a una realidad falsa
en la que ya no puedes siquiera dar consuelo,
dices desesperanzas que pudren tus mejillas
como si fuese cierto que hay bondad tras tus gestos,
para aquietarte luego en un rincón de aire
esperando migajas de algo que ya no siento.

Y yo que pretendí tu risa sanadora
allá, en el atrás del tiempo que nos cupo,
hoy te miro los hombros cansados de tristeza
sin poder hacer nada que no sea el olvido;
sin esas energías que dedica un novato
a lo que sabe bien no le habrá de llenar.

A28- Su pregunta

Cuando ocurrió el imposible
y se oyó la voz del hombre
en el centro de los vientos,
bajo la bóveda negra
del templo menos visible
comenzaron los tormentos
de poder creerlo todo
o ya no creer en nada.

Supiste que ya no habría
ni refugio solitario
ni un escape por las sombras,
que aunque los versos serían
juegos que van y se olvidan,
ahora iría de asfixia
de locuras y peligros,
con lo alto más alto aún
y lo bajo aún más bajo,
hasta golpear el rostro
contra todo lo aceptado
quebrándose en mil pedazos.

Hoy es la visión del padre
que no marca las distancias
que lo separan del hijo,
sino que busca las señas
que lo hacen uno con él;

hoy
es la sangre fatigada
en lograr desde lo efímero
un roce de eternidad;

hoy
es la madre que en silencio
observa absorbiendo el tiempo;

Hoy eres diagonal lícita,
un salto apto al sacrificio,
donde las explicaciones
pesan, hieden y hasta sobran,
porque puedes responder
a su primera pregunta.

A29- La niña II

Todavía sin saberlo
con gestos inesperados
la niña perfora firme
lo hondo de mi corazón,
y en mis ojos va escrutando
la dimensión de su vida.

No falla el aire, es que falta
cuando de pronto no está;
se vuelve peso su ausencia
que soporto contenido
por la promesa latente
que me señala su vuelta,
al fin de cada jornada
entre silencios potentes.

En mi garganta ella anuda
un lazo casi imposible,
que se desata con lágrimas
y que se tensa sencillo
al verla ser por la vida,
que se vuelve mar y pista
fundidas en una cumbre
donde ya nada es tangible.

Con ella todo es grave,
- al fondo se le exige proyectarse en su forma
a la flecha lanzada que acierte a su objetivo -,
porque ella me fue dada en respuesta bendita
a una oración que dije cantando conquistas,
y todo en ella pide que alcance lo predicho:

El tiempo sin momentos
el gozo sin apodos
el verbo sin decirlo
el miasma sin la muerte

Para entonces sentarme a ver cómo ella sigue
sus propias espirales
sus carruseles únicos.

A30- Mirando atrás

Me ha quedado limpio el sonido
y completos los territorios;
impuse orden a las ausencias
y obtuve luces de las sombras
cuando me creí más cansado,
hasta lograr este capricho
que me llevó al camino angosto
donde dancé mi propio parto
destruyendo varios axiomas.

Le dije que sí al corazón
cuando pidió más que cariño;
por su naturaleza roja
me vi rompiendo viejos mitos,
llenándome de ansias locas
busqué azules en lo profundo
de días con poca razón,
y fui ganando claridad
por no regalar un minuto.

Ahora que me asiste un extraño sosiego
puedo sentir el eco del fragor trajinado,
y todo es un instante que capturo y que suelto
como una eternidad de bolsillo y manual,
que me sirve tan solo para sentirme izado
a una soledad libre de pueriles mandatos,
que a los simples alegra irremediablemente
y que a los solitarios como yo, los condena
a vivir entre claves que no deben decir.
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