A veces me persigue con dientes pulidos
si no el destrozo de la idea de fatalidad
el bruto y exquisito sentimiento de lucha,

entonces

ni me importa el origen de los fondos
ni cuestiono la finalidad de la transferencia
cuando me siento, simplemente
una entidad plena, cuando lucha como cuando se excede.

Media botella, o una entera, qué más da
cuando uno de los jueces estableció como medida
“una más, de lo que sea”?

Si por décadas cada día te afeitaste
saludaste, diste propina, limosna
y te tragaste el sapo de “ser educado”,
cuando por unos días dejas de lado
los solsticios y el puto centro crístico
probando que tus brazos demuelen a chicos mayores,
y que tu boca es capaz de enamorar a la puta más brava,
es que venís apto, con abdominales mentales
dispuestos a destruir y destruirse en la consecución de lo improbable.

El resto es tolerar
las desigualdades aparentes.