III. Penúltima caja
1. Un día caen por su propio pesoUn día caen por su propio peso
las máscaras mejor llevadas,
la sonrisa del amante
y las formas de un cariño
que nunca fue puro.
Se desdibujan de la nostalgia
y de todo posible afecto
eso que pudo haber sido entrega
aquello que pudo ser compañía,
y va quedando sólo sabor a fraude
un aroma a lo de siempre,
sabiéndonos en medio*
de la inocencia perdida.*
Hay que entonces
imposiblemente, nacer de nuevo
buscarse de vuelta en otros ojos,
aspirarse en otro aliento;
y mientras tanto aguantar las horas
acumulando lástima en los bolsillos.
2. Calma y ahogoMe encerré con la bruta pasión del loco
a descifrar con nadie los estallidos breves
que cada gesto ciego me cupo en la retina,
y encontré lo profundo
de un tajo en las espaldas,
la risa del orgasmo
sin desnudar el cuerpo,
y todas las pisadas
llegando siempre tarde
al punto del desdén
donde parí mi nombre.
Vomité entonces futuros simples
espejos grises de gran valor
y dos rodillas para estrenar,
- en un ataque de calor negro
que concebí sabiéndome roto
sin los fantasmas de la cordura -.
Me dije muy despacio la calma y el ahogo
y atravesé los huecos
de todas mis caídas
hasta que palpé, puro
el no poder rendirme.
3. Hacerte a un ladoReíste conmigo a deshoras
dejándote llevar desde el vientre
hasta el olvido del mundo,
asida a mi locura me supiste
fiel entre pesos inexactos,
y entre la duda y el presentimiento
cerraste los ojos
para que mi deseo venza tu cobardía.
Yo te miraba ver
surgir imposibles de nuestros labios,
sintiendo mi alma en tu cuerpo
buscaba el último límite
donde terminaban mis sombras
y comenzaban tus colores,
el desmayo del tiempo, buscaba
el verbo más antiguo
en tu forma sin aristas.
Entonces y después
caí
al foso de los únicos,
y la cuerda que te arrojé
retornó floja sobre mis hombros,
como una no risa
y un no llanto,
como una nada sólida
atándome al vacío.
Hoy y a solas
- sospechando luz -
debo hacerte a un lado,
ponerte en una caja
y dejarte atrás,
que el ahogo pasa
pero mis orillas no.
4. Los otrosApenas comprendían el pop, tío
- mientras yo iba por jazz, a por el llanto
que tienen los sonidos del quebranto
para los condenados al hastío,
sufriendo la distancia y el vacío
de sus gestos banales y de espanto,
concentrado en mis notas, en mi canto
de colores amargos al gentío -
un pecado, quizás una tristeza,
y portaban los huesos sin heridas
la mirada sin nada de fiereza,
lo justo para ser una torpeza
que vuelve a la memoria remordida
cuando se mira dentro en su flaqueza.
5. Los números de la carne... a todos los operadores de entonces (meseros)
Cada mañana
zambullirse en un mar de papel
con nombres y apellidos
- y una cifra al lado –
Enfrente
números de color verde
y botoncitos color naranja,
tres monitores y un auricular
para captar y decidir momentos
de comprar y vender al límite,
con la razón asistiendo lo intuido.
- Vos decís que va a subir?
- Vos decís que va a bajar?
- Vos decís que se mantiene?
Pero había un después
con otras luces, y otras voces
- la tuya –
que se abría como manantial
a una garganta castigada por la sed.
Tenías veinte, o casi cuarenta
un pasado turbio y transparente
como un sueldo fijo,
un aborto, o ninguno
dos hijos, o ninguno
y siempre, siempre
como yo
muchas ganas de bailar.
¿Quién saciaba a quién?
Vos entrega y yo posesión
ahí la dualidad,
un dos pequeño, suficiente
para olvidar un poco los otros colores,
y ser un poco irresponsables
como los que no vivieron.
Hasta que fuiste cien
y yo el mismo,
uno
buscando en tu cuerpo mi alma.
6. AlacranidadesTenía lo necesario
para bajar la cabeza,
pero la rabia me pudo
y mi rostro volví mueca,
capaz de reír silente
por sobre su sed honesta
- ese hueco de las frases
con saborcito a grosella -.
A patadas y puñales
sangré bajo las estrellas,
acorbatado y puntual
logré lechos de princesas,
sin que de mí ni los curas
sospechasen mi condena:
verlo todo tan vulgar
y hallar en ello una prueba.
Nunca tuve un sólo amigo,
y tragarme bibliotecas
me llevó a los alacranes,
que aceptaron mi moneda
de brutal resentimiento
despreciando la caterva
por ser y estar ahí, solos,
parte de una herida ciega
que uno calla profundo
porque es puta y tan compleja
que no basta con decirlo
para torcer la novela.
Dura la cerviz, Dios grande
y en el medio de la escena
unos ojos solitarios
que irán hasta donde puedan.
7. Ansiedad ocultaUna sombra
y un ladrido
en lo adentro
de lo roto.
Crece el temor
aprieta el pecho,
y nada alcanza
sino la risa.
Desde lo profundo
de un vacío gris
me lanzo a danzar
sobre otras razones,
buscando el rescate
al borde del límite.
Pero no llega nadie
y la noche se cierra;
sí, hice mucho daño:
miré lo lejos siempre
sin decir nunca nada,
agarré lo que había
y aunque me dí de pleno
no me pude entregar,
ahora es que lo pago.
Que vengan esas pastillas
todas juntas en concierto,
no puedo con la locura
de vivir sin contención,
odiándome por querer
hallar lo que no construyo.
Tengo quince años, justa edad
para conocer el Seol?
8. Centrate en todo siempreSolo, concha de puta madre muerta!
Con treinta compañeros en el claustro
sonriendo como idiotas toda frase
que dice el director frente a sus caras
¿cómo poder tragar la bilis limpia
que me gana la voz y me silencia?
Con tu concha de perra siempre en celo
rondándome la noche que me tiene,
¿cómo voy a encontrar algo de paz
en esta torturante travesía
de ser mi propio nombre entre las sombras?
Con leyes de maricas, como van
a domeñar el ámbito vacío
del que los sabe bobos y sin gracia,
¿como flema escupida al caminar
por sobre la vereda de los días
que van a proclamar suelo sagrado?
¿Te arrestaron, putito? ¿Te chuparon?
¿Te dieron por el culo?
¿Tenía capa blanca esa vagina
cuando la viste al fin bajo las telas?
¿O era Bach nocturnando soledades
entre tu boludez de sentimientos
y esa imaginativa cruel de Wagner
tratando a todos siempre de discípulos?
Sos vos con tu cajita y con tus cerdos
tu propio ir y venir, sin estar nunca
donde comen los muchos.
Centrate en todo siempre
no hay otra en esta mierda,
que al final vas a estar
como estuvieron otros
tajándote certezas
en el rostro heredado.
9. Gam ze letováCuando al final quedamos
en la penumbra de la enfermería,
y las respuestas no llegan
porque uno no atreve las preguntas,
no hay más que presión contra la nada
acaso
ese resto del propio nombre
en la boca de bandos a enfrentarse.
En todo el cuerpo duele Judas
todavía,
y al frente sicas y espadas
listas a entonar la eterna canción
que siega para poder sembrar.
En la retina se agolpa el pasado,
en el pecho las ganas de partir,
pero en los hombros la historia
y en las pupilas aún el siempre
de suelo y oro a conquistar,
como si comenzar de nuevo
fuese en sí bendición.
¿Y en las manos?
En las manos la dualidad
de una caricia dispuesta a ser un puño.
10. Decadencia y supremacíaTras beber su limpísima y oscura soledad
el buen Dios martilló en mi pecho esperanza,
y escupiendo en mi rostro la esencia de los fieles
me soltó a sus hijastros mirando hacia delante.
Sucio de poquedad, manchado de gentío
parí resentimientos con los tonos del asco,
hasta caer de golpe en esa eternidad
de levantarme siempre despreciando almanaques.
Fui conmigo la nada, y un todo que acompaña
la propia decadencia y la supremacía
de no ceder ahí cuando es lo que conviene
y de no entrar jamás donde todos entraron.
Caí
y en el desorden quieto de no contar con nadie
encontré que era bueno que el amor tenga un precio,
uno que comencé a pagar bien temprano
con mucho de rencor
y un toque de violencia.