Salimos a escena
con diez millones de mujeres que han abortado
y otra cifra que dibuja
al niño que apretó el gatillo
justo antes o después de nuestros nombres.

Nos besamos,
desde nuestras atalayas es que nos besamos,
anteponiendo el dolor que somos
como precio de entrada al placer que esquivamos,
y que solo nos permitimos
si la desesperación nos gana y nos justifica
como justifica la sangre en la boca del chita
el hambre de sus cachorros.

Después,
durante años y décadas nos extrañamos,
escribiendo la historia del hueco rellenado con sombras
y la tinta de otras vidas
reflejando nuestro tono de fracasé porque lo intenté,
aunque siempre supimos lo vano y sublime
de cada uno de nuestros gestos en los extraños.

Hay que admirarnos
admirarse
y admirarlos,

carpetear que esta peli nos incluye a todos
aunque vos y yo lo dudemos
y prefiramos guardarnos la entrega secreta
espalda contra pecho, mirando la tele y sintiendo al mundo,
como si comprender fuese ya parte del hacer.

Salimos a escena
como si fuese menos de lo que es.