A veces trataba de ser alegre
llevando la ironía más allá de la crueldad
como gotas de limón sobre leche condensada,
o me vestía de fanático de un club de fútbol,
de alguna selección,
por sentir y justificar el frenesí irrazonable
que polarizaba a los de al lado.
Le pegué
al chico más alto y más grande
(y nadie supo el miedo que le tenía un microsegundo atrás),
me gané el beso
de la más guapa de todas
(y no se sospechó siquiera que no me importaba),
algún profesor me echó de clase
y yo eché a mi padre de mí
(no hay correo que mencione estas cosas).
Verás,
yo jamás te contaría todo, nunca;
y es lo que viví
lo que hace no quiera escucharte.
Es tan sencillo.
Digo lo que gusta,
y si digo un poquito de lo que quiero
después pido disculpas.
Y sigo.