No laven las heridas del chico,
no lo necesita.

No sequen las lágrimas de la ella,
no le hace falta.

Es escuchar, nada más:

Cuando la mano en la mejilla
acompaña al beso en los labios,
cuando a la copa de champaña
le siguen dos terrones de azúcar
en un amanecer de domingo
y da igual dejar cerrado o abierto el cortinado.

Cuando el dolor, por tener finalidad
se convierte en sufrimiento,
cuando la inconvergencia de los astros
no impide que el trocito de pan caliente
desvirgue a la salsa que carcajea su esencia
retando a los modales.

Cuando un pica hielos
de mano ajena te destroce los oídos
el alma y las querencias,
para que, sin embargo,
sangrando brote la sonrisa
desde una intimidad a prueba de espejos.

Dos notas por debajo,
Amor,
dos notas por debajo.

Escuchar y sentir con un touch de profundidad
lo antiguo del afecto
y esa modernidad del abrazo,

como si la pasión se calmase en la dación
y en la imposición germine lo libre,

como si la clave de fa sea eso,
un abajo condenado a proyectar y disfrutar el arriba.