dos de la mañana o un poco más tarde o muchísimo más temprano a la hora en la que las palabras son un puente roto hacia ninguna parte
y llora en lo pletórico de su memoria y en el incandescente brillo de su entendimiento por sobre todo lo que imagina y por entre lo que sabe desde lo profundo de sus dedos
apenas llego como un suspiro que se arrepiente de ser aliento inútil y alargo el temblor de mis manos hasta el denso azul de sus hombros para sentir que el dolor no merece tal vocablo impotente y recibir en un murmullo lloroso un yo no soy malo
y le digo que no pero tanto su frente como sus puños buscan hacerse una sola masa hueca en la pared y el hueso puede más que el cemento y una suerte de arte rojo incomprensible y un rojiblanco que salpica todos lo no llegar entre mis cejas
le pego tanto que el pobre cae de lado como un traicionado indefenso
le miro entonces el horror en los ojos el asco la verguenza y la derrota que le significan verme tan del otro lado de la vereda
que recibo como una maldición justa el que me pida le disculpe