Te vi crecer gigante y desde lejos,
casi lumbre de allá, por el arroyo
a un lado de la noche y sin apoyo,
como quien descubriendo los espejos
sin saber ni su nombre en el futuro,
se arroja a torturar a la fortuna
hasta labrarse voz de nieve bruna
y con ella burlar su claroscuro.
Yo te sentí cercano a mis errores
a sólo unos centímetros del pánico
que también a su tiempo fui matando
sosteniendo tus ojos y alabando
cómo siempre venciste tus dolores
desde el mirar que portas, mi volcánico.