Desde el primer momento las primeras diez páginas me parecieron una obertura, algo así como el boceto de lo que luego sería el traje terminado. Un boceto hecho con carbonilla que transmite la idea de la forma y  el espíritu del fondo. También me pareció lúdico, por un lado, inteligente por otro, y sobre todo necesario. Porque cuando sobre un mismo protagonista deben volcarse varias dimensiones no cabe comenzar con nombres propios, sino con las personas a las que luego habrá de nombrarse. Trabajo, erotismo y hogar, son partes esenciales de esta introducción que va jugando a no resolverse de pronto.

"La cuestión Decler" es la zona exacta en dónde arranca Zonas inexactas, porque es el ámbito en dónde se plantea, casi sin aviso, ese aspecto humano que, al menos en las circunstancias laborales, el protagonista pareciera no poseer. "Samuel Casterán cerró las fronteras de su rostro y amuralló sus ojos", dice el demiurgo, y es entonces que comienza una historia paralela y retrospectiva por dentro del protagonista. Una historia propia en cuyo principio, inusualmente dramático, las convicciones generan bandos opuestos, irreconciliables, y por ende con consecuencias mortales.

Convicciones en las que el carácter de Samuel Casterán ha sido forjado y tallado.
Unidos como de golpe, la paulatina desunión entre Casterán y su mujer, y su acercamiento a otra mujer terminan por redondear la conformación de la novela. Pero aquí un alto, porque es fácil decir "paulatina desunión" o "acercamiento", en tanto que lo difícil es darle una cadencia al relato, en donde lo paulatino implica situaciones tórridas como sórdidas, y en donde el acercamiento tiene también esa cuota de brusquedades, que lejos de cualquier tipo de violencia, vienen marcadas por las situaciones. Detrás de los ojos amurallados, allá por los fondos de una representación necesaria de insensibilidad, late también un ser humano.

Al ir leyendo uno cree que pasar del boceto al bordado no implica dificultades, y de eso se trata el oficio de Gavrí Akhenazi. La cuestión Decler, en dónde Samuel Casterán debe manejar el por qué y el cómo agudizando la inteligencia, avanza al tiempo que su vida sentimental gira agudizando sus emociones, mientras también va sucediendo un ida y vuelta entre su infancia y su presente, ubicando así al lector en los códigos que habitan detrás de sus acciones y omisiones. Así, al llegar al desenlace uno termina por entender dónde y cómo se originan ciertas oposiciones, desavenencias y coincidencias.

Aunque implica suspenso, para mí la esencia de "Zonas inexactas" va más por lo emocional de los que la llevan adelante, de "quiénes" son,  que por los hechos en sí. El plus, para mí invaluable, lo constituye el conjunto de toques poéticos que el autor le supo imprimir, ese tipo de construcciones llenas de ritmo e imágenes y metáforas que sabe combinar y alternar con lo estrictamente narrativo. Esta es una de esas novelas que conviene leerlas con un resaltador de textos al lado, para volverla a disfrutar como cuando vemos un trailer, como lo estoy haciendo ahora que la recomiendo.