Dejá que vengan las noches inquietas
con manos sucias y rotas buscando
llegar a mí con un resto de lástima
en el regazo del propio quebranto.

Que choque fiera la poca impudicia
de toda falta de luz en mi tacto,
a ver si puedo, solaris y al tiro
comerme crudo el brutal desencanto
de ser callado tu sed y medida,
quien despreciás al mirar a otro lado.

No sea nunca digás este nombre
sin que te pueda ofrecer el gran asco
y la tristísima burla que en mí
generan todos los pobres bellacos.

Mejor al pie de tus ojos, amore
que sabe bien el camino al cadalso.
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Dualidad 101 217

La culpa tiene pasión de mujer,
nombre de ortiga, de ayuno, de largo
deseo oculto, de misa ritual
en el altar de los desarraigados.
Tiene la cara del sueño perdido,
la voluntad del vacío en las manos,
la voz lasciva, la concupiscencia
de quien esboza desnudos retratos
para lamer con la lengua de Onán
y culminar el placer solitario.

La culpa siempre la tienen los otros
que no distinguen la risa del llanto
ni ven el hacha que pende del hilo
tenso en la burla de metacrilato
de ojos que miran con negras honduras
como dos pozos curados de espanto.

La culpa tiene la falta de fe
de alguna perra que aúlla milagros
cuando algún hombre que dice quererla
la pone al pie de furiosos caballos.

La culpa tiene mi nombre. Ya sé.
Sólo me odias por verme a tu lado.
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Morgana de Palacios


Si fueras otro no te escribiría
y la verdad del cuento fuera otra,
y distintas las bocas insultantes,
las formas de reír tras las derrotas.

Si fueras otro tú, ya hubieran muerto
anestesiadas todas las palomas
en la garganta frágil de la noche
que desenvaina el sable de la aurora
con un grito de luz emancipada
del contubernio de cualquier historia.

Si fueras otro tú, quizás yo fuera
un vacío de rima burladora,
pero me tomo en serio tus desmanes
como te tomas tú mis largas sogas,
y aunque calle por hembra lo que callo
y me ponga en la lengua tres argollas,
te doy lo que me das, lo que te gusta
de Morgana sin cetro ni corona,
te doy lo que persigues en el juego
eterno de billar: la carambola.

Tú no serías tú si yo no fuera
la que encaja tus golpes en la sombra.

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Morgana de Palacios


Sin alcanzar ese ritmo que tenés
sospecho, sólo, la música inquieta
que a veces vuelca sus notas en mí,
riendo contigo mis sordas orejas
- mi poca ciencia desnuda de yerros
buscando luz en vulgares reyertas -.

Sin conseguirte algo nuevo o distinto
que no te sepa vulgar cual canción
que canta triste el sireno en su mar,
te doy mis ojos, su roto candor
como medalla espinosa que suave
quiero llevés como cruel y hostil hoz,
sea que sola cortés con su brillo
los pasos sucios del necio sin tos.

A lo mejor, tras vivir estos celos
- y no aburrirte de tanto querer -
te llego solo, sin nadie al bolsillo
para que tomes los restos, mujer
deste boludo que no se imagina
latir en vano tu boca sin ser

mía.

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Dualidad 101 217


A veces soy su fe, si de repente
le quito la espoleta a su granada
y detona al chocar contra mi boca
y me llena de esquirlas la garganta.
Otras veces no soy más que el colapso
de la buena intención si su mirada
se pervierte en la sádica tortura
que quisiera infligirme en la distancia.

Yo soy el putching ball que absorbe el golpe
cuando su corazón se desbarranca
pero crece en el verso si me nombra
y se excita, varón, si me descalza.

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Morgana de Palacios


A veces juega cruel a acortar pasos
y con restos de algún espino toca
la herida que me late en las espaldas,
yo intento demostrarle que destroza
los dientes que me quedan por crecer,
mientras ríe, fingiendo que está loca
atendiendo si fijo entre mis muslos
el dolor de saber lo que atesora.

En vano le diría lo que sé,
es peor que un espejo de platino
que tan sólo refleja a su soñar,
un verbo y una bala sin casquillo
que la puedan hacer molde aquietado
como quien cabe en un buen apellido.

Y yo la apuesta, siempre
más allá de los "dados"
asonando en los límites precisos
de un estornudo feo o algún espasmo.

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Dualidad 101 217