No peca el que ignora que violó la ley
y no puede ser tan culpable, lo presiento,
quien simplemente, por fuerza de sinceridad
no puede más que descreer de ella, a conciencia.
Por ello me absuelvo, me desligo, me desentiendo
y me entrego a mis torres, a mis gatos, a mis hojas en blanco
en donde voy siendo uno más entre millones de ignorados
con mi propia carretilla de mediocridades urbanas
y mis secretos excesos a la vista de nadie
sin juzgar, sin buscar, sin ya esperar concreción de anhelos,
tan sólo estirando los días, uno tras otro
jugando a adivinar, en cada amanecer, si será el último.