Es un pasillo largo donde las sombras hablan
de cómo es que cayeron de la calle al encierro,
musitando sus penas con restos de coraje
como si de algún modo decirlas distrajera
de tanta soledad ganada sin rencor.
Aunque muy diferentes, las sombras se apretujan
en ese colectivo que vive y no se mueve,
asumiento igualdades para aguantar las horas
desde un mismo sonido y sin reclamaciones
nacidas del juzgar sin vivir lo juzgado.
Un muro es como el otro, y entre ellos se transita
sin bajar la mirada y sin orgullo
a mitad de camino entre el latir indócil
y la calma brutal con que el ánimo pule
cada gota de tiempo recorriendo los poros.
Difícil el pasillo, cargado de silencios,
como también difícil el modo de los pasos
que afelpados recorren sus infinitos límites,
algunos sin la fuerza que otorga la esperanza,
algunos con la sed de torcer el destino,
mas todos carenciados de inútiles blandezas.