Aníbal, grande entre los grandes me dibuja
pasados cruentos sobre el polvo de la historia
que vivo a solas recreando cada pena
y cada gloria con sus pasos en mi mente.
Giordano, el monje dominico, me respira
su genio indócil a través de sus palabras
que no supieron de temores o fracasos
de vano origen, porque son de sal y luz.
El sordo, príncipe de alturas musicales
también me llena de extravíos donde el eco
- igual que ocurre con los Floyd a cualquier hora -
invade y corta los silencios que me pueblan.
Que al diego tenga como ejemplo es un escándalo,
lo sé muy bien, pero yo anduve por el verde
fangoso, o liso cual franela de billar
y ahí quebré redes, rodillas y lamentos.
Así, con estos que refiero con mi voz
diciendo firme que me gustan los enormes,
ya dejo en claro los caminos que me rondan
por dentro y fuera de estos ojos azabaches.