En un punto soy tu sombra y en otro tu reflejo como si en lugar de sentir sed ella sea quien impregnándose de ti se convierte en auriga de mis emociones,
entonces me extiendo en cruz anhelando los clavos de tus ausencias, arañando con mis cejas pobladas de tantos siglos la posibilidad estúpida y egoísta, enferma de manual de que me pospones porque hacerme daño te alegra, y yo roto, pero vivo en tu sonrisa en lo dentro, agradeciendo que te fijes en mí como se fija un desprecio sobre un estanque.
¿Qué hacer frente a la luz que elige sus lienzos?
Tan sólo seguir como sigue un árbol su camino en dos sentidos. decir a gritos el silencio maduro en el que el dibujo de una mano vuelta caricia defiende su fantasía a esa realidad de un rostro que somete lo que, sin embargo, no puede llenar.