Ya son más de las dos de la mañana
y recién es que puedo conversarme
con algo de calor y de desarme
que me viene del whisky haciendo diana
allá por lo sencillo y rutinario
de este mi territorio tan sufrido
en el que puedo ser con mis oídos
igual que pecador un solitario.
A estas horas me tengo y me voy siendo
el eco de mis ojos que se beben
lo que aporta la ausencia y el vivir
de un modo que conozco y que no vendo
aunque un millón de ánimas me ceben
el lomo que, suicida, desestima morir.