Uno se fija un objetivo, planea cómo llegar al mismo, y entonces ejecuta acciones como inacciones, uno hace y deja de hacer. Cuando este objetivo es la destrucción de un enemigo, ya las variables se multiplican, dado que el enemigo también planificará y ejecutará. Si las fuerzas son parejas en inteligencia y poderío el resultado podría depender de la suerte o el destino, es decir, de aquellos factores que no se tomaron en cuenta en el momento preciso en el que debieron ser considerados. Mucho de esta trilogía marca qué difícil resulta manejar toda la información posible e interpretar sus señales.

El autor nos presenta primeramente el entorno filial de Publio Cornelio Escipión (hijo), dejándonos ver el sistema educativo militar e intelectual en el que se formó de acuerdo a su clase, las relaciones comerciales de su familia, como también los lazos afectivos y políticos con otras familias afines a la ideología Escipión, y la situación con aquellas que se le oponían abierta o veladamente. Al tiempo, nos va situando en el contexto de la Roma del siglo III antes de Cristo, describiendo su coyuntura socioeconómica además de los usos y costumbres de su gente, incluyendo la trascendencia de sus ritos religiosos.

Luego de esta ambientación, el autor nos dibuja el paralelismo entre Amílcar Barca, padre de Aníbal, y Publio Cornelio Escipión, padre e hijo. Del mismo modo, nos presenta la ideología en el seno político cartaginés y  la que sostiene el senado romano, la tensión que genera en los generales el tener que obedecer a quienes no están en el territorio de combate, y la complicada situación que les genera el lograr una victoria tras desobedecer a la élite política. El orgullo personal, aquí, se va mezclando, amalgamando con el nacionalismo que portan aquellos que están decididos a morir por su patria.

Muertos los padres de Publio y de Aníbal, son estos los generales que allanan el relato. Cada uno como representante de su estirpe, con toda su inteligencia, fortaleza y decisión, habrán de planificar y dar batalla, resistir, retirarse, acordar con naciones extranjeras, esperar y acelerar la marcha. Justamente, uno de los puntos altos de esta trilogía es la recreación de cada una de las batallas, en donde el lector accede a cuáles fueron los recursos con los que cada ejército contó, sobre qué se basó cada estrategia y desde ahí comprender los aciertos y desaciertos que generaron tales y cuales resultados.

Pero, aparte de que cada libro contiene mapas tanto de la geografía de entonces, como de la conformación de los ejércitos en las batallas, además de un formidable glosario y el árbol genealógico de los protagonistas, el mayor sustento de estas novelas radica en el encare que hace Posteguillo respecto de la emocionalidad de los personajes, porque las emociones, los afectos y sentimientos, tienen peso a la hora de conformar y culminar todo hacer. La incuestionable admiración del autor hacia Publio, siento, está detrás de un tratamiento riguroso de los detalles que le dan a estas entregas un sabor a victoria.