Duermen, tan solo van durmiendo
por entre el almanaque de los días
con esa depresión que va cegando
del ímpetu de tramposas raíces.
Puede que ya ninguno sea torrente
de insano atrevimiento sin moral
que en el antes turbó la arena blanca
de vidas reposando en playas negras,
que en el sueño indolente y sin apuros
hayan por fin pactado el silencioso
andar de cerviz blanda por las sombras,
que detrás de sus párpados cerrados
encuentran libertad para no ser
un dibujo por otros definido.
Yo no sé, aunque presiento que el origen
de toda cerradura que se precie
nace y surge del choque entre fronteras
que pareciendo claras y hasta justas
solo marcan lo necio de lo innoble
anclado en lo finito y contumaz
de ser varios distintos y no uno
generando distancias, diez mil bandos,
con tan solo una puerta de espejismos
que sabios como tontos pendencieros
pretenden socavar, buscando fama.
Duermen, tan solamente, tan errados
en la tenue desdicha de tener
eso que justamente nunca dura
y de temer que siempre sea así,
sin ver ni presentir que nada existe
más allá de la piel y de la sangre
que no refiera al dentro de lo dentro,
a lo que no se llega sin volver.