Tose y tose el de la celda de arriba
con la tosudez que aporta la mari
y la potencia bruta de la juventud.
Pero los demonios - que son muchos -
se empeñan en permanecer adentro,
en no salir del cuerpo del pibe
que insiste en su exorcismo, como buen cristiano.
Derrotado, pero no rendido
de fumar la hierba absolutiva
pasa al musiqueo estridente y rudo
haciendo vibrar el techo y las paredes
en una lucha santa contra las fuerzas oscuras
donde el hip hop y el regueatón más elevados
pronuncian sus plegarias de guerra y consuelo.
Pero no basta, no, no basta
y como ni el humo ni lo sonoro tienen el poder
de expulsar a los del otro plano,
el mil veces bendito hijo de puta se trae una hembra.
Comienza entonces el rechinar previsto
cumpliendo el sacro rito del bombeo
los gemidos de manual y, por fin
el silencio abrazado al cansancio.
No dura
- nada dura, ¿sabías? -
y en una nada de tiempo el ciclo recomienza.
Yo, que no soy muy creyente, aunque tolerante,
después de días de no dormir humanamente
le comento mi drama al de disciplina
que volcando la mirada a cualquier ángulo me dice:
"Nada que hacer, hermano, puso plata."