Refieren como yeguas sin un macho
mi manera brutal de no ser necio,
sin acordarse nunca del ayer
en el que demostraron con sus hechos
que vale más la piel en sus colores
que lo que siente un hombre al dar un beso.
Se cagan en las patas y en la madre
si acaso les devuelvo tanta insidia
por ese consabido temor vano
que llevan en los ojos de mentira
ladrando mis pecados y defectos
moviéndome al desdén y a la sonrisa.
¿Cómo decir que no valen ni pesan
cada gesto y mirada que me lanzan,
si soy el que enverdad no retrocede
ante la herida cruel que de la nada
abren, pudren y tienden por mi rostro
siendo que lo que quiero a nadie alcanza?
Y los admito ciertos e inseguros
como se admite lisa y llanamente
el contrapeso ebrio de equilibrio
juntando santidad con lo que hiede
desestimando fáciles excusas
y de su negación dulces mieles.