Suelen ser más enormes las distancias
cuando uno cree en firme que las son
porque así las pintó con sus colores
quien mucho procuró lograr el cielo
con andar cuidadoso, sin arriesgar las piernas.

Pero se vuelven cortas si adelante
se abre paso el osado,
con la risa brillando iridiscente
sobre las bendiciones que recibe
y sobre las blasfemias que provoca,
triturando en su centro todo miedo
toda duda mordaz
que con gesto altanero desestima.

Mil escuelas o dos; quizás, también ninguna,
pero siempre en lo alto y cerca de la mano
el modo de los genios y su cruel prepotencia,
burlando los discursos de vinagre
hendiendo con la lengua la coraza histriónica
de las arrugas tontas como santas,
destrozando con lánguido bostezo todo pasado,
como si los encuentros
no fuesen sino solo un feroz encontrarse.