la llave me fue entregada esa noche en el atrás cuando las lágrimas fueron tan rudas que subieron las mareas
ocurrieron en mí tu parto y el grito sostenido de una trompeta que al final de la tarde libera su última nota
el peso de un cisne negro con garras arañándome por dentro el vientre como todo el humo desperdiciado en incendios sin alma
no acepté no quise hacerlo pero sin conocerte ya estaba en mí tu rostro
como una presión de la suerte burlándole los caminos al destino a la manera de una ruleta que para a mirarte los ojos
me volqué a destruirme quizás porque el peso era demasiado porque vislumbré una trampa de la vanidad justo al medio de la entrega más terrible o simplemente porque tuve miedo
en mi paso en mi andar arrasé con todo con todos hasta vaciarme de arrepentimientos histéricos de mi mano llamando a una puerta de mi cuello dispuesto a la tragedia de un beso inútil
y ahora que entro y salgo del portal cruzando miradas con otras entidades comprendo lo poco de lo mucho el absurdo encallecido en las dos caras de la añosa moneda