Habría que ganarse todo el miedo posible
como se gana el cáncer cada célula viva,
despacio y sin apuro, mordiéndo donde duele,
al medio de los sueños sentidos sin cadenas
sabiendo que los mismos nunca fueron reales.
Habría que marcarles que ninguna esperanza
podrá tener sustancia y menos asidero
si acaso no conviene a lo que planeamos
desde que nos fijamos robarles el futuro.
Pero, ¿qué hacer con alguien que no cuida de sí?
¿Cómo darle dolor a quién estando roto
desde el atrás del tiempo, sin mostrar cicatrices
nos escupe en silencio, como si fuesen burdas,
nuestras graves acciones, nuestra fútil potencia?
¿Qué temor infligirle a quien supo de muertes,
de filosas traiciones y diez mil desengaños
mientras todos reían sin saber sus rencores?
¿Con qué cara decirle al solitario indócil
que venga a nuestro reino de estúpidos afanes?
Los libres libres son, hay que admitirlo pronto.
Y no hay golpe ni celda que lo puedan cambiar,
aunque digan lo opuesto quienes mueven la cola
como perritos fieles al recibir un gesto
de cualquier humanito hediendo a dependencia.
Hay que dejarlo solo al puro, al no gregario
sin verbo conjugado, sin ofrecerle un muelle
de palabras sabidas, de donde puede surjan
sus ojos encendidos, haciendo arder la grasa
en que flota la mente de nuestros paladines.