Normalmente la risa no les cuesta
ni tampoco el llorar cuando les toca,
bastándoles estar entre los tantos
para expresar sus vanos sentimientos.
En grupos se divierten por las noches
si el metal les alcanza en los bolsillos,
mortrándose también muy solidarios
a la hora de enterrar al que se fue.
Así llevan sus vidas programadas
haciendo picos bajos de emoción
hasta que el mapa lleno de lo simple
no da para captar el territorio
que a mitad de camino erige el muro
y por llamarse MIEDO los detiene.