Medir mi boca con la cinta de los simples
resulta hostil y consumado advenimiento
de un frío puto que me pudre lo soñado
cortando todo lo que siento en tristes trizas.
Mirame, tonta, cada gesto que en destrozo
ocurre tras los mil retazos de mi piel,
cantá con ganas de qué modo te esperás
que diga cosas que no pueden revertirse,
el nombre sacro de los dioses escupiendo
que no superan mis acciones mis querencias,
la luz marchita y desganada que me muerde
las ansias duras apagando lo que busco,
y el peso grave de mis huecos insolentes
rompiendo suave a los intentos de calmarme.
Vení, decime cómo aguanto cada noche
sin nadie cerca, sin las manos satisfechas
de historias llenas del calor de lo imposible,
contame vos, con tus maneras tan sabidas
si qué me impide el retroceso a lo vulgar,
con ritmo cierto describime mis mañanas
que paso cerca del rencor y con dolor.
Si no podés, si acaso no podés ir siendo
quien reza el ámbito brutal de mi divisa,
que sea el asco por mis letras - mis absurdos
cargados siempre de fatales emociones -,
razón exacta del hastío entre tus ojos
y pueda yo saber de pleno que no fui
el fuego inquieto que incendió más de un instante.