Sin entrenar es difícil latir
al punto límite y al filo del miedo
desconectando el dictamen anciano
de lo que busca en el hoy con esmero
descifrar claves antiguas y ocultas
a los comunes que van como muertos
sufriendo cada designio esclavista
por no contar con los justos pertrechos.
Sin disciplina constante se quedan
en ganas tontas y pálido aliento
aquella fuerza de origen divino
que hace se pueda quebrar en mil huecos
el calendario previsto y armado
por los notables que adoran su ego.
Entonces es que empujando la vida
se alcanza a ser la locura sin frenos
que no detienen ni el dios de los muchos
ni el demencial y asesino manejo
de los reptiles con sed de dominio.
Así, forzando los ojos inquietos
a la visión de un destino mutable
de acuerdo al pulso que marca el deseo.