Está perdida, dijeron los doctos,
y el corazón se llenó de un vacío
donde el dolor desplegó su atalaya
con muros altos y negros de pena.
Frustré mi risa altanera y sencilla
que alguna vez se plació con mis labios,
por no morir de impaciencia y rencor
me dediqué solamente a vivir
cada emoción con desgano de ameba,
y por seguir remontando las noches
me disfracé de mendigo insolente,
para que nadie se acerque a decirme
palabras necias de burdos consuelos.
Anduve así, con la mente tapada
cerrando el pecho al cariño y sus olas
mientras teñía de espanto y rudeza
todos los actos que al cielo blandía
con el veneno de sierpes horribles
y con la saña que envuelve al caído.
Pero volví de las sombras inciertas
en un esfuerzo de lucha profunda
por rellenar y vencer a este hueco
que me oprimió la razón y la piel
hasta dejarme tumbado en el limbo.
Y ahora que estoy disfrutando los callos
que me endurecen por dentro y por fuera
me acerco a mí con sandalias curtidas,
y con los ojos brillantes de sed
digo mi nombre cerrando los puños.