Llevan cada uno dentro la llama que no muere
- tras recibir trompadas en una madrugada
y tras lucir la boca torcida y destrozada -,
una que puede ser la que avivando hiere.
Nacen condicionados a buscar el arriba
recibiendo presión de todos los costados
hasta no permitirse mirarse derrotados
aún privados de fe, que a cualquiera derriba.
Difícil de entenderlo, es fácil de vivir
si portas el impulso que odia retroceder
reflejado en tu voz acallando el temor
de quedar amputado, sin poder sonreír,
a manos de cualquier bípedo sin futuro
ansioso de quebrar a quien juzga de impuro.