Recién estuve acariciando otros cabellos
con estas manos que no alcanzan para ver
en cada rostro la desdicha del pasado
ni en cada labio la promesa de lo triste.
Tan sólo estuve, tan de lejos mis latidos,
que un asco sordo se instaló por entre el cáliz
de fuego negro desbordando mi garganta
y el sueño oscuro que sus uñas dibujaron
en tanto pliegue de epidermis poseída.
Caí de bruces a lo eterno de mentir
el verbo trunco del placer que no se mide
marcando cruces en el lecho más difícil,
diciendo espasmos a la luz de lo secreto,
o siendo así, pura carencia desbocada.
Y vos, puñal que en mi memoria se abre paso
con filo inquieto destrosando mi presente,
reís la nada que gané sin tus mohines
de sal ardiente recorriéndote la boca.
Sos vos el hoy que me persiste con ausencias
las ganas rotas de volcar el calendario
de fechas blandas consagradas al hastío
de no sentir más que una pena diluída
venciendo al pobre muro vacuo de mi nombre.