Cuánto humo aquí
en la palma de mis ojos,
en los anillos de matrimonio que no tengo
estando casado conmigo,
y en el eco del que calla
lo que no me supo mentir
cuando fue lo que necesité.

Cuántas bragas en el piso
en este histórico innombrable,

99 cuevas y ninguna joven maravilla
escupiendo su risa desde el arriba del espejo
casi me dicen del fracaso y de la gloria,
casi.

Ves el índice
y tu esposo los otros dedos,
mientras yo marco el ritmo
del corazón que expresa notas ajenas,

así es que hablamos
en la muñeca de Hamilton o Raikonen
los “¿quién?” esperando la de a cuadros inevitable
y yo con la esperanza
haciéndose añicos en mi pecho y en mi ombligo
para que todos estén contentos de contener
esto que soy y que no tienen

y que soy

y que soy.