Resulta que no lo podías parar
ni seguir,
que te ahogaba las ideas en la fragua misma
de un escupitazo
y bailaba con tu cadáver hediendo ya a gente
como venganza por haberlo mirado de soslayo
- cosa que solía gustarle -.

Y pasa que tanto no te quieres, en el fondo
que su desprecio raya tuerce y desdibuja
cada una de tus estructuras, livianas todas
pasando entonces del mentiroso cariño
a la sinceridad de la frustración del deseo inconcretable,
porque al final, ni el sapo se convierte en príncipe
ni hay princesa que se pase durmiendo por años.

Entonces lo atacas
con toda tu fe, todo tu pasado de escuela
tu cartera y tus tacos, tus amigas más lindas
los abortos, divorcios y el título colgando de adorno,
a ver si al menos puedes detener su risa
el brillo de sus ojos que te lapida inclemente
como sentencia una luciérnaga el salto de un grillo.

Pero ni lo paras ni lo sigues
no puedes,
y aunque el universo sigue sus pasos
y tú aplaudes la maravilla del universo
gritas con todo el ovario su error,
porque no llenar es algo para lo que no te preparaste
en todas esas tardes, noches y mañanas
y sus durantes en donde te dijeron
que con que estés cerca bastaría,
mentira deliciosa.

Piénsalo, siéntelo
si ni siquiera lo conoces
¿para qué lo quieres
si no para exhibirlo?