ocurre su manera de agua rubia
deslizándose en el entusiasmo de la memoria
asistiendo suave lejana y cálidamente
al suicidio del pasado y al parto del mañana
animando a la noche que fue
a que dibuje el nombre de la que habrá de ser

violenta
como ciento cuarenta y cuatro instrumentos afinados
sonríe con los ojos el aliento del que me priva
sin ganas de ser nada más que lo que irradia fulgente
mezcla de luces y distancias jugando a lo definitivo
mientras el mundo cae o se sostiene a solas
con el pergamino de sus manos marcando al cielo

yo
me dejo invadir sin ningún afán
como si la muerte no me rozara la mirada inquieta
ni la vida me empujara de cara contra el presente
y justamente
a sabiendas que mis vallas y todas mis armaduras
le valen lo que al mar una pena confesada
nada o menos

y le disfruto
sin pagar entrada al sector privilegiado
donde sangran los afectos y reclamos tardíos
intuyéndola
simplemente
como intuye la frialdad del espejo
la calidez del que cruzará delante

la dejo ir
porque sé
es la única manera de que vuelva