Tomo en un instante todas las emociones
de las que me privé cualquier verbalización,
como se privó de la limosna
el que vendía objetos absurdos,
como se privó de robar el escapulario de oro
el ladrón que tuvo madre cristiana,
y por sentir que podría desbordar insanamente
dejo que venga la fiera resentida
a darme un zarpazo en lo íntimo
y más oculto de mi pálpito.

Ni acelero, ni embrago
tan sólo me permito caer,
en una situación natural de explosión
que sin estallar absorbe y expulsa luces y densidades
en un espectáculo cruelmente doloroso
que sin maldad
permite me destroce, con tu historia
sin poder hacer pie en mi presente.

Supongo
la rabia de la impotencia,
o el desdén de los pusilánimes,
y lo que me queda - bien mirado –
no es más que un aroma a lástima
por ese no llegar a este lado de la vereda,
al atrás de lo que en mi mirada se aloja
y vomitó
en cada una de las horas en que mi cuerpo eterno y breve
aceptó el ahogo por un gramo de aire.

Y sé
tan “sin embargo”, sé
que por despreciar perfecciones
y tullicidades de manual
es que estoy donde estaré,
a solo una pulsión de la meta
sin seguir el camino recomendado,
con el orgullo tatuado en la frente
de haber sido humillado con pasión
por quienes me repetirán.

- ¿Algo más?
- Sí, que no es necesario amar para perdonarlo todo.