Lo primero que cualquiera recuerda es un “no”

pero yo puedo recordar lo que seré
sin rosas
ni alambres de púas
ensoñando o limitando mi boca vestida de fauces

puedo tocar el pelo de un cachorro
y sentir que aprendo
como el placentero dolor de enseñar
que todo es posible para el andador
aunque no para el tullido por voluntad propia

puedo, cerrando todas las ventanas
abrir la de mis ojos,
decir en un “no iré”, firme
el más claro de los “te necesito”,

y con mi presencia
levantar mi frente dibujando
un “nada habrá de bastarte si no te bastas”.

Puedo seguir haciendo más de lo que hice
todos los días,
porque en eso me entrené
cuando tarde
comprendí qué es interrogar.

Eran otros tiempos, sí
el amor andaba libre bailando entre metáforas
y para cazarlo
yo sólo tenía una zurda del demonio
y una diestra que no sabía delinear.

Sin embargo,
el primero de los alacranes
dijo cruces
y yo concebí clavos,

clavos de oro
hendidos en la yema de mi pelo.