Hay quien vive con la sensación del final
en cada uno de sus pasos,
quien siente la presión del futuro
cuando abre un candado,
quien piensa en la muerte
más que los demás, pero no lo dice.

Están los que buscan en la palabra
o en la combinación de sonidos
- como en las imágenes que capturan -
la proyección de lo que se les atraganta entre los ojos,
arrojándose a una exposición salvaje
dispuestos a destruir y destruirse
por la fe y la necesidad que incontenibles
les parte el pasado y los expulsa
a la procacidad, al silencio y a la belleza.

Existen los que adivinan, intuyen y dominan,
con sólo sentir el perfume que llevas puesto
con solo mirar al fondo de tu mirada,
todo lo que tomaste alguna vez sin devolver,
todo aquello de lo que te privaste
en nombre de la insania del rebaño,
todo lo que catalogaste de imposible
muy a conciencia de así quebrabas
la última esperanza de los que iniciaron el camino.

Son los que habitan en la boca
de los que no arriesgaron ni el nombre ni las monedas,
los que pueblan y se hacen nación
en el pecho de los que avanzan a contraluz,
los que palpitan en los nudillos
de quienes golpean sin parpadear
haciendo tambalear cualquier estructura errada.

Son los que temen
y sonríen cuando el miedo pretende aquietarlos,
los que hacen del exceso una rutina
en donde la calma y la dicha se extienden
como recompensa a sus cicatrices.

Son los que dan que hablar
que pensar y sentir
porque son algo más que el estuche que portan.