Destruyo como rompo muchos puentes,
abro puertas de claves imposibles
y cierro las más simples cuando toca,
desprecio invulnerable la bajeza
de no ir por la corona por quedarse
en la luz del dolor que tan solo adoctrina
a limitarse en uno, escupiendo en el todo,
y hasta digo mi nombre exultando mis vicios
quebrando mis rodillas por alguna promesa
que no será cumplida.

¿Por qué? Preguntarás.
Porque si uno es concepto de flecha disparada
lleva dentro la sed de hacer diana en el siempre,
porque si uno se siente un sonido que vibra
no se detiene nunca en la danza del sordo,
porque si uno tan solo late durante el acto
esquiva la potencia que sólo es intención.

¿Para qué? Indagarás.
Para que no me hablen los que visten de gris
ni me recuerden nunca los que ignoran sangrar,
para que en su momento alguien me sea guía
y yo su compañía desprovista de errores,
para que cuando llegue la noche de la fiesta
no me quede mirando lo que ya nadie ve.

Porque para tener lo que llaman motivo
hace falta decirse
sabiendo que va en ello la concepción de verbo
que alguien hizo de ti.