Si sólo te detienes a mirar cada golpe
que expreso con mi boca,
y si tan solamente te fijas en mis gestos
cuando destrozo el muro que simboliza el mundo
plagado de grisáceas anclas buscando el stop
a todos mis divagues,
es porque sientes dentro la vergüenza
de no poder llegar al polvo del camino
del que todos los días pruebo un poco,
como tampoco al recio diamante ensangrentado
con el que tallé al hombre
del que ves con desprecio lo que lo vuelve simple
y no lo que lo hace en extremo fraterno.

En mí es que intensamente rechazas ese lado
que en ti no te imaginas extendiendo sus fauces,
en mí es que crucificas al subversivo indócil
que no te atreverás a ser jamás,
y por eso de mí ignoras esos planos
que saben a naranjas que llegan a ser dulces
sólo porque cruzaron las heladas brutales.

¿Qué más puedo pedir de tu mirada inquieta
sino el eterno juicio dictado por tu forma
que ama ser contenido y odia ser continente?

¿Y qué puedo decirme que no te haya  mostrado
cuando el sol apretó durante el mediodía
los restos de mis hielos,
cuando luna buscó cegar a mis hogueras
vistiendo yo tan sólo unas torpes cicatrices?

Alguna vez será que subirás al fondo
de lo que sé y conozco de tu piel,
y hallarás el espejo reflejando tu punto
negándose a ser centro.