Dualidad 101 217
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 ¿Por qué dualidad? ¿Por qué?

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Silvio M. Rodríguez C.
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MensajeTema: Re: ¿Por qué dualidad? ¿Por qué?   ¿Por qué dualidad? ¿Por qué? - Página 3 EmptyLun Abr 15, 2013 6:44 pm

51- Primera comunión

El templo era grande, de repente incluso más grande que el patio de recreo, y a mí me inspiraba respeto. El silencio con el que te recibía, los cuadros del vía crucis, toda la ornamentación sencilla pero majestuosa del altar, y claro, la cajita dorada en donde se guardaba el cáliz, conformaban un todo que me hacía sentir que realmente se trataba de un lugar sagrado, uno de los pocos sitios que de por sí exigía e imponía un comportamiento fuera de cualquier travesura. Es posible que me falle la memoria, pero no recuerdo que haya sido reprendido dentro del templo.

Teníamos misa una vez a la semana, y asistían todos los grados, desde primero hasta sexto. Esto implicaba cierto jolgorio, porque cada grado formaba en el corredor, al lado del aula respectiva, y desde ahí partíamos todos hacia el templo. Entonces daba para macanear un rato, los clásicos empujones, el estirón de pelo, y el infaltable "nambiro" que consiste en dar con la uña del dedo del medio a la oreja de la víctima. Por supuesto, todo esto tenía su gracia, precisamente, por tirar la piedra y esconder la mano. Sin embargo, la cosa era bastante tranquila porque había más control.

Con estas experiencias internalizadas, me cayó bien la noticia de que haríamos el curso de catequesis para hacer la primera comunión, novedad con la que se nos presentó el viejo a Sarah y a mí una tarde, con librito y todo. La cosa iba de leer durante la semana y, los sábados, en un aparte el padre Verón nos tomaba las lecciones y nos explicaba de símbolos y significados. Tenía su fuerza el tema porque recibíamos las instrucciones en una especie de capilla de la parroquia, al pie de un Cristo precioso, tallado en madera y de tamaño natural, una joya.

El librito aquel estaba tan bien armado, tan bien dicho, que realmente a uno le daban ganas de ser un buen niño. Y el padre Verón, un grande, era entre severo y cordial, con un tono de voz muy semejante al del viejo, un tanto grave, y que no desconocía en absoluto aquello de reír con ganas, por lo que las clases eran amenas, divertidas y, cómo decirte, muy otra cosa de todas las demás clases por las que entonces había pasado. El examen final fue tan sólo un trámite, porque "en verdad os digo", con la Sarah dominábamos el tema.

Era el aniversario de bodas de los viejos y orquestaron una ceremonia como si se casaban de nuevo, agregándole el toque de que Sarah y yo, al tiempo, recibiríamos la primera comunión. Normalmente yo me hubiese emputado por aquello de vestirme todo de blanco, pero estaba muy entusiasmado con el tema de recibir a Cristo, y encima también su sangre, que aunque lo noté, no me molestó eso de la vestimenta ridícula. Una hostia y un traguito de vino y vaya, yo me sentí lo más santo que había. No sabía yo lo que costaría permanecer en ese "estado de gracia".
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MensajeTema: 52- Cuarto grado, la hostia   ¿Por qué dualidad? ¿Por qué? - Página 3 EmptyJue Abr 25, 2013 6:47 pm

52- Cuarto grado, la hostia

Como ocurriera con las profes de primero y segundo grado, tuve un metejón con la Grench, la profe de cuarto grado. A lo mejor yo ya estaba más crecidito, o de repente en verdad era bonita, no sé, el asunto es que me sentía muy atraído hacia ella. Además, no recuerdo a otra profe que use maquillaje, ni que con otra me haya pasado aquello de quedarme mirándole las piernas, que me gustaban, pero ni idea de por qué. Era una sensación muy rara, más todavía teniendo en cuenta que Grench tenía un carácter de los que no permiten ninguna macana.

Quizás, justamente, ese enamoramiento que yo sentía junto con la disciplina que ella imponía permitieron que ese año casi no tenga ninguna reprimenda, y si acaso me metí en algún quilombo fue en el patio, durante los recreos, pero nunca nada en el aula. Tanto las compañeritas como los compañeritos andaban parejos, en un ambiente absolutamente calmo en el que avanzar las materias era sencillo y de ninguna manera agobiante. Se entenderá entonces el placer que sentí cuando Maggy nos dejó saber a Sarah y a mí que nuestra nueva maestra particular sería la propia Grench. Era la gloria y más.

Ahora, enamorarte de tu profe tiene sus desventajas, la principal de todas es que ella espera que vos te portés bien. Entonces, si vos no te portás bien es como que estás pateando la relación. En este orden de cosas cualquiera sabe que están los que "siempre se portan bien", y aquellos que caen dentro del rango de "un poquito inquieto", o "un poco cabezudo", que traducido sería "ese es quilombero". Y el problema es que el quilombero no sabe que lo es, no arma quilombos con el objetivo de armarlos, sino que se divierte haciendo cosas que resultan en quilombo.

Yo no sabía esto que estoy diciendo ahora cuando fuimos a la misa semanal aquella vez, pero sí sabía que podía comulgar y que mis compañeritas y compañeritos no, puesto que a diferencia de mí, ellos no habían hecho la primera comunión. A mí me dieron ganas de marcar esa diferencia, por lo que olvidándome de todo lo sacro que simbolizaba la hostia como cuerpo de Cristo, desde el altar volví con la hostia en mi boca, sin tragarla. Me arrodillé para, supuestamente, rezar, pero lo que hice fue sacarla y mostrársela a mis compañeros en un "yo sí, vos no".

Después de la misa, ya en el aula, una de las compañeritas levanta la mano pidiendo la palabra y, luego de que Grench le autorice a hablar, la hija de puta le cuenta lo que hice. Yo no quise retroceder el tiempo, quise borrarme del mundo. No sólo la odié a la perra esa por cuentera, sino porque me estaba cagando frente a Grench. Ya me veía yendo a la Dirección cuando Grench, tras escuchar la acusación, salió a responder con un "él sabe lo que hace", y comenzar la clase. Mi Dios, qué enorme me sentí, ¡cuánto amé a Grench!
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MensajeTema: 53 - El teatro   ¿Por qué dualidad? ¿Por qué? - Página 3 EmptyMiér Mayo 01, 2013 7:21 pm

53- El teatro municipal

A veces el viejo nos llevaba a Sarah y a mí a los ensayos de la sinfónica, lo cual era toda una fiesta. De movida, para llegar a la sala de ensayos tenías que subir por una escalera enorme con un descanso en el medio, y que a mí se me ocurría era una especie de cerro que me encantaba recorrer de arriba a abajo y de abajo a arriba. En el salón, que a mí me parecía era bastante grande, apenas cabían todos los músicos. Quizás un metro, o metro y medio quedaba de espacio entre ellos y las paredes.

Detrás de donde se posicionaba el director había una puerta que comunicaba a lo que sería "la trastienda", es decir, el depósito de la sinfónica. Este depósito estaba a cargo de un tipo flaco y con bigotito, un alguien completamente sin carácter que para Sarah y para mí sencillamente no existía. Ignorándolo por completo, nosotros íbamos a por las partituras, que si bien no eran extraordinariamente divertidas, daban para jugar a que eran documentos que debíamos de robar, puesto que éramos espías. Cuando el flaco no daba más, le avisaba al viejo y este nos mandaba a jugar a la escalera.

No sé si el viejo era realmente ingenuo, o simplemente se hacía el tonto, pero no me cierra que haya sido una creencia suya que Sarah y yo estaríamos dos horas jugando en una escalera. Obviamente, si fuese por mí, me bancaría todo ese tiempo ahí, algo me inventaría con las hormigas o lo que sea, pero Sarah siempre fue mucha Sarah, y para ella el diseño de la obediencia no estaba completamente internalizado. De manera que después de fingir unos minutos que jugábamos a algo, ya estaba yo siguiéndola por los recovecos del edificio, que eran abundantes y muy variados.

El asunto es que se trataba del teatro municipal, es decir, un edificio que ocupaba una manzana entera y, encima, con tres palcos. O sea, eso era el coliseo, más o menos. Escaleras aquí, escaleras allá, pasillos, todo un laberinto que nos llevó tiempo conocerlo y dominarlo. El chiste de las exploraciones estaba en que, y mirá que era jodida la Sarah, pasados unos minutos ordenaba el volver hasta la escalera por si salga el viejo a controlar. El juego más clásico era quién llegaba primero a un determinado lugar en menor tiempo, partiendo desde la escalera y por rumbos diferentes.

En los días anteriores a los conciertos, los ensayos se realizaban en el teatro mismo, cuestión que era un alivio, porque el viejo nos daba luz verde para corretear y no teníamos que estar volviendo hasta la escalera a cada rato. Aparte que con Sarah nos hicimos amigos de don Chiquitín, que era el cuidador del teatro y vivía ahí, en el teatro, y con el que aprendimos un montón de cosas respecto de la boletería, de la cual él estaba a cargo, como también de la cantina. En las noches de concierto, cuando íbamos, con Sarah jugábamos de locales.
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MensajeTema: 54- Quinto grado - Wanda y Bonanza   ¿Por qué dualidad? ¿Por qué? - Página 3 EmptyLun Ago 12, 2013 7:02 pm

54- Quinto grado - Wanda y Bonanza

La profe de quinto grado, Wanda, solucionó el problema teniéndome upa todo el tiempo, o casi todo el tiempo. Es decir, una vez que terminaba de copiar las lecciones que ella anotaba en el pizarrón, y luego de hacer los ejercicios del momento, iba junto a ella para que me alce upa, o sea, para que me cargue en su regazo. Era dulce como una factura la Wanda, y me dejaba mironear sus carpetas, que no eran pocas. Había una, roja o azul, ahora no recuerdo, pero sí que era plastificada, y en ella llevaba el registro de todos los alumnos.

En esa carpeta estaban las notas de los compañeritos, sus ausencias, sus llegadas tardías, todo. Ella me dijo que lo que estaba ahí no debía decírselo a nadie, y yo le cumplí. No me costó, porque nadie nunca me preguntó y porque tampoco era lo mío el andar contando nada. Lo que sí me cruzó fue ver qué bajas notas tenían los cuates con los que más jugaba en el patio, y qué altas notas tenían las minitas a las que no soportaba, y que tampoco me soportaban. Fue duro y raro enterarme, ese ver en casillas a ganadores y perdidosos.

La cosa rara era que ninguno de los varones me tentaba por lo del upa continuo, y que ninguna de las minas plantee alguna queja. Supongo, ahora, que fue un acuerdo tácito de buena convivencia. Algo así como un comunitario "no digás nada, que se estropea" de todos los bandos, esto, sobre todo, por el lado de las minitas. Del lado de los cuates, ya tenía yo fama de camorrero, de que no me achicaba frente a uno "más grande", y que puesto a pelear era de los que iban hasta el final; así que tendría su riesgo el buscarme camorra.

Quiero aclarar aquí, ya que estamos, que yo no "me sabía pelear", pero que no retrocedía y, por esto, mil veces ligué mucho y al pedo, técnicamente hablando, digo. El caso de Cúi, por ejemplo. Era un rubito, dos años mayor que yo, aunque de un grado inferior al mío, y que me pasaba por por lo menos una cabeza. El cuate me buscaba desde hacía tiempo, y una vez, a la salida, pues que me encontró. Se armó el corral, sus compañeros y los míos haciendo una especie de ring en la vereda, y dale ahí el mano a mano.

Yo tenía la idea fija, y fue por eso que ligué como cuatro o cinco trompadas frontales; pero así, ligando, logré hacerme del cuello de su camisa con mi mano izquierda y, cuando por fin lo hice, solté mi derecha con toda el alma. Cayó nomás el rubito. Este gesto sólo se explica si viste las peleas de Bonanza, claro, y yo lo hice. Al día siguiente, y durante varios días más, vi en el patio como recreaban la escena los de los otros grados. Fue mi peor pelea, de lejos, pero la más celebrada, y cómo me sirvió desde entonces.
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MensajeTema: 55- Desarrollando el oído   ¿Por qué dualidad? ¿Por qué? - Página 3 EmptySáb Ago 17, 2013 6:27 pm

55- Desarrollando el oído

Conozco familias en las que uno de los padres es el malo y el otro va de bueno, por así decirlo. En mi caso, tanto mi viejo como mi vieja eran los malos y los buenos; quizás Magy podía llegar a ser un toque más permisiva, pero eso, un toque, a la hora de zurrar no se hacía de ningún problema. De manera que no había un a quién le tenés más miedo, o con quién la pasás mejor, porque aún siendo diferentes, y mucho, los viejos siempre giraban alrededor del mismo discurso. Esto vendría a ser como el lado positivo.

Ahora, la joda fue cuando los viejos comenzaron a pelear. Y sí, porque los dos no eran de retroceder, de manera que el tema de los gritos, por ejemplo, no era una frase entonada bien arriba y listo, no, duraba el tema. En estas ocasiones Sarah y yo nos ovillábamos en nuestras camas, porque estas escenas eran siempre a la noche, después de la cena y cuando, justamente, nosotros ya estábamos acostados. Era una joda porque no sabíamos quién le enojaba a quién, ni cómo podía ser que entre ellos se enojen. Y por supuesto, no entendíamos que se traten así.

De todos modos, de repente por una cuestión de instinto, yo le sentía al viejo como que más fuerte, por lo que temía que Magy salga ligando si acaso aquello llegaba a las piñas. Extrañamente, el recuerdo de los arañazos que recibí de mis compañeras cuando jugábamos al polibandi me intranquilizaba aún más. Cuando aquella vez Sarah me pidió que vaya a ver me quedé helado. Porque aparte de todo el quilombo anterior ahora se sumaba ese miedo profundo que jamás sintió Sarah, y que le llenaba la voz. Y además, ¿qué es lo que yo podría hacer si había piñas?

Así que fui. Los gritos eran mucho más fuertes de lo que percibíamos con Sarah dentro de nuestra habitación, había mucho más violencia, alta, negra, como la noche ocupándolo todo. Distinguí la silueta de Henrrieta, pasé por al lado de ella y llegué hasta el cuarto de los viejos. La puerta cerrada parecía las de un templo que te decía "no se pasa", la luz saliendo por abajo decía que había que pasar. No, no dudé, abrí y entré jugado. El viejo la tenía del cuello a la Magy haciéndola rebotar sobre el colchón. A mi grito le siguió mi cuerpo.

Despertamos en un hotel, Magy, Sarah y yo. Hacia el mediodía vino el viejo y algo habló con Magy -Sarah y yo estábamos muy ocupados descubriendo la novedad del nuevo alojamiento-. Un par de días después volvimos a la casa y todo volvió a la normalidad, o más o menos. Las discusiones, los gritos y demás, se acabaron de una. Pero nos quedó el oído, mi Dios que nos quedó el oído a Sarah y a mí. Te puedo asegurar que sabemos escuchar una discusión a muchos metros de distancia, y que sabemos leer en qué derivará, y esto es bueno.
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