Abre tu biblia
tu Corán
tu culo, tu concha y tu boca
y pregúntale a mi hijo
“¿por qué, si sólo he sido idiota?”

¿Querrías que te enseñe qué diferencia
una botella cuadrada de una circular?
¿En qué se asemeja una vulva
con la maduración de una flor?
¿Cómo frustra una edad entera
la rotura de las rodillas?

Reza.

Quizás mi hijo en lugar de tomarte del pelo
(de la cabeza o de la concha)
y llevarte al más puto de los paraísos
te muestre cómo me divertí con el 7
(planetas y notas)
durante siglos si que te haya servido jamás
para una sola canción mediocre.

Sacrifícate.

Quémate los pezones, arráncate el prepucio
de repente te consigo uranio barato
y algún poeta medio loco que escriba tus discursos,
o nace negro y francés en España y mexicano en USA
es posible que por dos siglos te de la razón
si sabes mover las caderas.

Sobre todo, teme.

Porque si hay algo que me emputa
es que venga un pendejo a cagarse en todo y en todos,
que algún irreverente se ría por dentro y hasta por fuera
peor aún,
que alguno vaya a dormir presintiendo que no yerra en nada.

Teme, por favor te pido.
Dale, qué te cuesta.
Yo, el Dios de los idiotas te lo pido
¿Después de tanta mierda, me lo negarías?