Cuando de golpe llegan
los recuerdos y las predicciones
es hasta mejor
sujetarse el vientre con las manos
y apoyar la sien contra el espejo.

Cuando el cosquilleo en los pies
nace del asco y la rabia
que tienden a convertirse en llanto
o en un golpe de imposibles consecuencias,
es hasta mejor
callar toda plegaria
escupir para dentro el nombre de los dioses
y sonreír derramando silencios.

Cuando lo breve
del acto del beso
y el gesto de la caricia
se vuelven remolino hacia abajo
con la brutalidad de la ignorancia,
es hasta mejor
encogerse como un puño
en el medio de la cama más fría
murmurando paréntesis
alrededor de cientos de promesas.

Y cuando la paz estalla
en el centro de la propia y edificada soledad,
es hasta mejor
levar los puentes
despojarse de toda armadura
y salir al escenario marchito de sombras
por lograr el último perfume
antes de la fragancia.