un perro que mira
desde el fondo del dolor que no puede decir
a los ojos del que lo ve
y que todavía puede
apenas
mover la cola si acaso desde el corazón surge la caricia

un pequeño gorrión que se impulsa
con toda su sangre y todos sus huesos
contra la jaula que no previó
y que le raja el rostro hasta la sangre
y no lo detiene

un chico que presiente
que no tendrá dónde pasar la noche
mientras las maletas le pesan los hombros
y no tiene cómo cederlas
ni cómo dibujar lo imposible de detenerse

una chica que ha jurado
ser ella desde la esperanza
ganada a fuerza de dormir lo que duerme la musaraña del campo
por leer más de lo que debiera
y aún así aprender menos de lo posible
pero que salva con su mirar
al que yace impotente en la camilla

el tigre develando al hombre que lo caza
intuyendo primero
viviendo después la poquedad ajena
la esencia misma de la envidia