Deberíamos hablar un poco más
acerca de tus tonterías,
entrar y zambullirnos en la cálida fetidez
de todos los dramas ajenos que haces tuyos
y de los que provocas endosándomelos,
a ver si hablando, juntos
me vuelvo un poco más estúpido
y reencuentro el sendero del cariño.

Cabría que me cambie el nombre
- como todo el pasado –
y que la luz celeste se aparezca
escupiendo vaginas por toda su espiral,
que llueva dentro de los celulares
hasta que las llamadas perdidas se ahoguen
y resulte imposible rescatar a nadie en la noche,
que me arranque la piel mientras declamo
todas las canciones de Tito el putito
y te masturbe frotándote el clítoris con un rastrillo.

Qué belleza, entonces
vestirme de puta sin precio
que se casa tras una noche y dos chupadas,
la pelusa ovillada en el ombligo
justo el domingo de ramos
con el dedo experto extrayendo la impureza,
los besos rotos esparcidos bajo la heladera
pero los labios firmes, echando mierda
porque contigo la vida es eso
el catabolismo de un dios podrido de sí.